¡Eso es el estrés!
Cuando sentimos dolor de cabeza, tensión en la espalda, mala digestión o cualquier otra dolencia física, la primera opción puede ser asistir al médico para conocer la causa y empezar un tratamiento que alivie estos síntomas. Sin embargo, en algunas ocasiones los médicos llevan a cabo múltiples exámenes y no encuentran una razón fisiológicaque explique estos malestares. En estos casos el diagnóstico del médico suele ser: “Todo parece funcionar bien. Visite un psicólogo. ¡Eso debe ser el estrés!”
Ante esta respuesta, que puede venir acompañada de una receta de analgésicos o desinflamatorios, no sabemos qué hacer ni cómo resolver la situación que nos aqueja. El estrés se convierte en una entidad desconocida, omnipotente y ambigua que se toma como la fuente de todos los males. Hasta nuestros amigos o familiares suelen estar de acuerdo con esta explicación y nos recomiendan “bajarle al estrés” pero no sabemos exactamente cómo. ¿Qué es realmente el estrés y qué impacto puede tener en nuestra vida?
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¿Qué es el estrés?
El estrés se comprende como una reacción fisiológica y psicológica natural del ser humano al enfrentarse a los retos de un entorno cambiante que presenta situaciones que pueden ser una amenaza para la supervivencia o el propio bienestar. La sociedad en la que vivimos actualmente presenta exigencias muy altas y cambios repentinos como por ejemplo horarios de trabajo extensos, expectativas sociales rígidas sobre la trayectoria vital de una persona, acceso a fuentes ilimitadas de información, responsabilización total del sujeto sobre sus decisiones en un sistema que no brinda todas las oportunidades para la autorrealización, entre muchos otros.
Por tanto, el estrés es una respuesta necesaria para la supervivencia del ser humano, pero también puede presentarse con demasiada frecuencia o intensidad en ciertos contextos, desencadenando así síntomas físicos y emocionales producto de la acumulación de tensión.
¿Es diferente el estrés que dura un día a vivir estresad@?
El estrés agudo se presenta como respuesta a una situación exigente o amenazante, pone al organismo en alerta y lo dispone a la acción para protegerse o superar el problema. Generalmente tiene una duración corta y a no ser que su intensidad sea muy alta y desborde los recursos personales (físicos y emocionales) de una persona, puede estar presente en varios momentos de la vida y no suele convertirse en un problema. Los nervios antes de hablar en público, la sensación al montar en una montaña rusa o la angustia antes de un examen son algunos ejemplos de este tipo de estrés.
Por el contrario, el estrés crónico se presenta por largos periodos y surge cuando una persona no ve la salida a una situación que le presiona durante periodos aparentemente interminables. Ante la desesperanza, la persona abandona la búsqueda de soluciones, estableciendo un círculo vicioso que alimenta el estrés crónico y con él las consecuencias para la salud física y emocional. De esta manera, los recursos físicos y mentales se ven consumidos por el desgaste a largo plazo. Situaciones de pobreza, dinámicas familiares violentas, relaciones de pareja insatisfactorias o trabajos que se detestan son algunos ejemplos de circunstancias que podrían llevar al estrés crónico.
Las personas sexualmente diversas en ocasiones se enfrentan a estrés crónico en contextos homofóbicos o en los que existen prejuicios sexuales o de género. En estos espacios laborales, educativos, familiares o sociales quienes tienen una orientación sexual o una identidad de género diversa muchas veces se mantienen hipervigilantes para garantizar su autoprotección, lo cual puede generar estrés crónico con importantes efectos en el bienestar físico y emocional.
Las personas sexualmente diversas en ocasiones se enfrentan a estrés crónico en contextos homofóbicos.
No todo se debe al estrés
Finalmente, aunque el referente del estrés puede ser útil para comprender la relación mente-cuerpo y las características específicas del sufrimiento humano, no todo se puede explicar bajo este concepto. Desde una perspectiva sistémica, la compleja interacción entre los factores biológicos, psicológicos, relacionales y sociales requiere un análisis mucho más detallado de cada caso particular, para poder comprender la emergencia de los malestares y su eventual solución. Así como no todas las dificultades humanas se pueden explicar desde los factores biológicos, tampoco podríamos psicologizar todos los aspectos de la vida humana y existen otras dimensiones que pueden estar asociadas a la emergencia del malestar y que por tanto serán determinantes en su resolución.
Por tanto, frente a la recomendación del médico de “bajarle al estrés” resulta necesario comprender la situación particular que atraviesa la persona teniendo en cuenta factores biológicos, psicológicos, relacionales y sociales, para proponer una estrategia interdisciplinar que movilice sus recursos personales y los de los sistemas con los que se relaciona para hacer frente a las presiones y exigencias que pueden estar sobrecargándole.
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